miércoles, 28 de noviembre de 2012

aceite- aire



EL ACEITE-AIRE

Aquel año, en el mes de febrero, hizo mucho frio;  un frio prolongado, polar, implacable. Venía desde el Ártico bordeando por poniente la Gran Bretaña hasta golpear las costas del Cantábrico .  Cuando alcanzó Andalucía el intenso frio polar detuvo su andar y acampó en los olivares del Sur escurriéndose por cañadas y barrancos; inundó  llanos y las riberas; se esparció por la campiña, pintó de canas las montañas y  dejó los árboles ateridos y sin fuerza. En marzo dejó de llover y hasta mediados de octubre no cayó una gota. La tierra rajada fue engullendo las hojas caídas de los olivos de la comarca.


En un pueblo de las Vegas Altas del Guadalquivir el desastre fue total. Los haldares  se tapizaron de hojas y la luz poderosa de marzo dejó el follaje de los olivos como un encaje de tul de una mantilla azulada, luego amarillenta, luego muerta. En mayo no hubo flor, en junio no hubo cuaje, el verano fue tórrido y la sed de los meses de septiembre y octubre llenó de angustia el corazón de la gente. A finales de octubre llovió intensamente, y las pocas aceitunas que consiguieron cuajar en los resisteros engordaron como ciruelas y, del peso, cayeron prematuramente al suelo.


Cuando llegó la hora de coger la aceituna el pueblo tenía que trabajar y salió al campo. Fueron a los pagos y a las hazas y a las fincas medianas o grandes y arroparon los troncos de las olivas con los mantones; y varearon las ramas y no cayó aceituna.  Como cada año arrastraron los mantos por las camadas,  sacaron las sacas sin aceituna y colmaron los remolques de hojas y aire. Luego, también como siempre, encararon los caminos y carreteras hacia las Almazaras. Pero iban vacíos, sin aceituna. Claro que  en aquel pueblo nadie quiso saber que no había aceituna.


Las Cooperativas y Almazaras todas limpiaron sus instalaciones, prepararon las cribas, sustituyeron cintas, rellenaron tamburos, engrasaron centrifugas, acondicionaron lavadoras, bidones, trujales, cámaras, recipientes, envasadoras, etiquetas, tapones, envases de cristal, ordenadores y aplicaciones de contabilidad…. Y llegaron camiones a la tarde, y remolques, y artilugios todos transportando aire; y descargaron y se limpió el aire, y se molió el aire, y se pasó por los decanters el aire molido, y se almacenó aire en los grandes depósitos de acero inoxidable llenos de aire.


Luego, se envasó el aceite inexistente en lindas botellas, se etiquetó correctamente y se envió a su destino de grandes superficies, tiendas medianas, tiendas pequeñas, establecimientos delicatesen, círculos gastronómicos, instituciones de control, laboratorios sanitarios, particulares, paneles de cata, muestras mil y botellas de aceite para gerifaltes y políticos que llegaron e inauguraron la campaña y comiendo en fiestas del aceite nuevo, del aceite verde, del aceite inexistente. Todo como cada año, como cada campaña, como cada noviembre.


Tal fue así que aquel año, en aquel pueblo, tras el aceite nuevo, la gente pedía en los bares su café con tostada de aceite, y empinaba la alcuza vacía sobre el pan;  y no caía nada pero inmediatamente le ponían un poquito de tomate y… al gañote. Las ensaladas se hicieron sin aceite; y los boquerones fritos se preparaban en la sartén echando aire y friendo el pescado con aire. Nadie en aquel pueblo reconoció que solo había aceite inexistente, aceite-aire, y la vida siguió como si tal cosa.


Los únicos que percibieron el fenómeno del aceite inexistente fueron los banqueros que iniciaron desahucios, comunicaciones de números rojos, embargos, cartas de requerimiento de pago, denegación de crédito y cosas por el estilo. Eso sí: los empresarios que festejaron el inicio de campaña despidieron, poco después, a los trabajadores; se perdieron miles de jornales y los sindicatos renegaron de los recortes de Rajoy; las huelgas se multiplicaron y fueron a ellas los trabajadores con bocadillos de tortilla frita con aceite inexistente. La vida siguió pues como si no ocurriera nada, salvo para aquellos desgraciados que sin nada y sin trabajo contemplaban pasmados el paso de los días.


 Pero alguien por pura necesidad se dio cuenta y salió por la calle con una pancarta: el padre a un lado, la madre, al otro. Tres chiquillos en medio. Tenemos hambre rezaba la pancarta, las botellas de aceite están llenas de aire. Todos se echaron las manos a la cabeza y el alcalde del pueblo prohibió la manifestación y los municipales llevaron a la familia al Ayuntamiento.


-          ¿qué le pasa a usted? Preguntó el alcalde al padre detenido


-          Tenemos hambre


-          ¿no ha cogido usted la aceituna? En las oficinas de empleo se buscaba gente.


-           No hay jornales, el aceite es aire.


-          ¿aire?


-          Si, aire, aire, solo aire.


-          Usted está loco, y además el aceite ha subido de precio


-          Sí, pero mis hijos no comen aire.


-          Que le arreglen a este hombre los papeles para cobrar los 400 €. Gritó el alcalde. Que la agente social se ocupe del caso. ¿Está usted contento?


-          Sí, contentísimo, excelencia


-          Yo no soy excelencia, soy el alcalde del PP, y Rajoy le prolonga a Vd. los cuatrocientos €, mas cincuenta euros que el municipio le da a su familia hasta que le llegue la subvención.


-          Sí, señor alcalde, respondió el hambriento subsidiado y beneficiado con los cincuenta € del generoso Ayuntamiento.


-          ¡Ea!: asunto terminado, dijo el alcalde.

Uno de los concejales presentes  se atrevió a decir:

-          Señor alcalde, este hombre tiene razón, el problema es que no hay aceituna…
-          Ya está usted como siempre, Martínez, con sus monsergas; La Pac es de pago único, la gente tiene paro, las Almazaras han funcionado, los mercados reaccionan  y lo importante es lo importante…, con o sin aceite.
-          Sí, dijo el concejal, pero la gente tiene hambre…
-          Yo no soy Teresa de Calcuta, respondió el alcalde, y si no está de acuerdo … ¡déjeme Martínez, déjeme, por Dios, y permita que el pueblo funcione..

-          Y de esa forma nuestro alcalde siguió con sus recepciones y con las deudas del municipio exigiendo que el Gobierno de la Nación  ( no sabe bien de qué Nación hablaba el munícipe) subastara cada viernes cuatro o cinco mil millones de € para aguantar un mes más pagando a los funcionarios, ordenanzas, choferes etc. del Ayuntamiento. Aquel día tenía mucha faena: tenía que asistir a la inauguración de la campaña: venia el Delegado y el Consejero de la Junta de Andalucía… a inaugurar la campaña del aceite inexistente.



Ya en la calle el hambriento se cruzó con el Caminante. Dame algo de comer le pidió el Caminante al subsidiado. Y fueron a la panadería y compraron un pan. Sentados en un banco cortaron el pan y el Caminante sacó de su zurrón una botellita de aceite  dorado, aromático, real. Tomad hijos, le dijo a los niños, os echaré un chorreón de aceite: este no es picual, ni manzanillo, ni arbequino, ni royal, ni hojiblanco ni picudo… Este es aceite esperanza.


-          ¿aceite esperanza? ¿qué aceite es ese?


-          Es el aceite del año que viene; el aceite que vendrá y deja vivir al pueblo; el aceite que mueve las cosas, el aceite que será y  es ya para en miles de hombres y mujeres de estos pagos que saben de esto.


-          Este año todo el aceite es invisible…, dijo el padre.


-          No, no, buen hombre; no es así. Este aceite es real. Esta botellita es tan cierta como tú y como yo. Esta botellita no se acaba aunque chorrees en el pan de tus hijos. Te lo voy a explicar: Tú no tienes más que cincuenta € y has comprado pan y me lo has ofrecido a mí. Yo,  a cambio,  no quiero darte aceite , quiero darte algo más, quiero darte esperanza; mira hacia allí… Y el hombre miró a un haza de olivar de los ejidos y pudo ver unas hermosas olivas con la hojas anchas, brillantes, poderosas, adheridas a un retalle vigoroso y plateado…



-          Bueno, dijo el padre… el año que viene habrá cosecha. Gracias por el aceite de la esperanza, amigo…



Pero al volverse para hablar con el Caminante, este ya no estaba allí. Y es que la esperanza aparece con dificultad cuando la vida arrecia, pero tiene siempre para los agricultores de las Vegas Altas del Guadalquivir una botellita de aceite metida en el zurrón; una botellita que no se acaba nunca.

1 comentario:

  1. Desde otra zona de España rodeada de olivos y rica en oro verde, te doy la enhorabuena por el cuento.

    Un saludo desde el Alto Palancia (Castellón)

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