sábado, 20 de julio de 2013

Soledad global


Indago la soledad desde las nuevas tecnologías, desde una forma nueva de decir aquí estoy, desde la posibilidad de que alguien, no sabes quien, desde Malasia, desde Argentina o desde Canadá te conteste y te haga un comentario. "Me ha gustado, pienso como tú, si pero ...". Me paro y pienso : ¿para qué hice la entrada?... para decir algo?, para saber que aún soy capaz de llegar ?, para satisfacer mi ego con un comentario desde el fin del mundo? . No lo sé muy bien; no sé por qué escribo, y mucho menos por qué lo publico aquí o en la Red. ¿qué jodida pretensión me incita a desear que algo mío lo lean en el Japón?. Estoy confuso y percibo de nuevo la soledad; pero en este caso soledad global, soledad inmensa, soledad planetaria. 
Ese poder novedoso que los jóvenes ya acostumbrados a esto de la información global  apenas perciben, se me antoja a mí trascendente en la concepción del ser. Yo ya no soy yo, jubilado y sumiso al mismo tiempo, en esta España del Sur. No, no, qué va: ahora soy un poderoso escribidor que puede ser leído en la Patagonia o en Siberia al mismo tiempo. Y también puedo ser un solitario absoluto aislado en la mayor de las aglomeraciones posibles. Resulta que mi grito bloguero de "estoy aquiiiiiiii" unas veces, al albur, lo responden cien respuestas en un día... y tú tan contento; pero la entrada que tú crees mejor, pues eso: que no le gusta a nadie. Y a ti, que te debía dar exactamente igual... pues no: te pones tan  contento si responden y te mosqueas si hay silencio. 
Cosas raras estas ciertamente que anuncia la figura probable nacida de un mañana no muy lejano: la figura del solitario cósmico. Un yo aislado incluso de la respuesta del eco de cualquier montaña de por aquí. Una pena de criatura, qué duda cabe.


miércoles, 22 de mayo de 2013

Mayo y las monjas de Santa Clara


Ya es mayo. Tengo una rosaleda primorosa: rosas rojas, blancas, amarillas; rosas casi violáceas y cómo no: rosas rosas. Paseando el jardín revivo la historia aquella de las monjas de Santa Clara camino de su celda al quemar el Mundo que os contaba en Navidad. Ahora las novicias no son las ascuas minúsculas que corren por los pasillos del convento; no, ahora es primavera y llevan el fuego dentro de sí: no hace falta quemar el Mundo para que ellas sean y estén, y palpiten sus muslos bajo el sayo. Ahora cada rosal es el convento recoleto donde se agolpan las novicias bajo los sépalos - la superiora -   para enamorar al paseante. Pétalos delicados como sus vientres virginales; pétalos sedientos del rocío de cada amanecer; pétalos abiertos al polen que mece la brisa de la tarde...

Luego, mañana, ya marchitas, cumplido su rezo y su plegaria, salen del convento una a una, suavemente y caen en  silencio más  tapizando el suelo con su espíritu. Arriba, en el rosal aún, la superiora sépalo se agarra desesperada a su soledad vacía.

He llenado una cestita de pétalos blancos y la he puesto sobre la mesa del comedor... montón de cadáveres de novicias que elevan al aire todavía un aroma de soledad.



lunes, 20 de mayo de 2013

AMADA SOLEDAD


Hoy traigo aquí el dialogo que mantuvimos horas antes del encuentro. Un dialogo sobre la soledad; su soledad y mi soledad. No puedo añadir ni una sola letra al texto; lo desnaturalizaría, como el paisaje blanco de Granada tampoco puede cambiarse: la nieve de la sierra, el perfil del Veleta, las torres de la Alhambra, el espartal del Temple… Las cosas son como son y fueron como fueron, nada más.

Luego, cuando la muerte truncó la magia del encuentro supe que la esencia de aquel amor perduraría hasta la eternidad y me quedé con ella en estas letras; letras que ahora deben ser suyas en ti y por ti, hija mia. Leeselas despacito, lentamente, sin cansar su recuerdo…, que no es recuerdo lo que aquí se dice, sino presente esperanzado y cierto. Tan cierto como tú, Lucia; tan cierto como tú. ¡Ea!, sin más: ahí va el dialogo ultimo de la dicha de entonces y la que espero ahora, el dialogo de la amada soledad.  Pongo en cursiva sus palabras y dejo las mias como están..., aunque parecen unas solas; aunque son unas solas, un pensamiento compartido, una unidad de ser.

- Te sentí, me estremeció tu frío aliento y tus manos rozando mi cintura; adiviné tus intenciones cuando me susurraste nostalgias, haciendo brotar ardientes tristezas de mis ojos. Llena de miedo, te miré de frente y vi mi alma perdida en ti.
Entonces sucedió, me abracé a tu hielo, entoné aquella canción que hablaba del azul vestido de la compañera inseparable de mi infancia y al abrigo de las olas te hice mía; le conté a la arena que te amaba, a las gaviotas puse de testigo... desde ese momento, y para siempre, te hice mí, mi amada soledad.

 - Mi soledad se ha estremecido por ser tuya, porque se ha mecido en tu brisa y en tus sueños encalados por noches intuidas, y te invita, como a un niño que rompe sus zapatos, a que vuelvas la espalda: Yo borráré, si quieres, su llamada; yo volaré tras ella, si ella quiere; y amaré tu soledad si tú la amas.

 -- Cómo podrías amar mi soledad si para eso has de encontrala; mi soledad se esconde en el rincón mas pequeño de mi alma. Y si la encuentras, ¿cómo puedes amarla?, si para eso, primero habrás de conocerla, acompañarla y protegerla.
No pretendas imposibles, porque entonces, dejaría de ser soledad, dejaría de ser mía..

 - Tu soledad y la mía deben haberse conocido cien años atrás. Se intuyen, se respetan y comparten la vida.
Sin saberlo, han caminado juntas, cada cual a su alma, y se quedan allí, en el rincón mas pequeño en que guardamos la memoria. Caminan juntas, cierto, pero sin abandonar su condición de soledad.
Por eso, a ti y a mí nos unen las palabras.

 - ¿Dónde estás? ¿Quién eres?, que te cuelas en mi vida y pretendes de un plumazo acunar mi soledad.

 - Solo soy yo, y estoy donde tú estás. Como tú estás en mí, siendo tan solo tú. Acunaré tu soledad cuando tu quieras, cuando camine la noche por tu alma. Y tú vendrás a mí cuando te llame, e inundarás de besos mi llamada. Como un atardecer. Como un susurro. Como un canto de amor: Solo la soledad nos hace libres, y solo nos acompaña si se aleja.

 - Dices que solo eres tú, amor, y eres yo... estás en mí, vives en mí haciendo de mi soledad nuestra morada. Dices que solo eres tú, amor, y eres la vida, la razón, la inquietud. Estás en mí, en cada latido, en cada esquina de mi alma. Dices que solo eres tú, amor, ¿Quieres ser mas?.

 - Sí, quiero escuchar tu voz para soñarla.

 - Mi voz es el silencio, mi voz es un sueño de tu deseo. Yo misma solo soy tu sueño inmaculado.

 - No, no puede ser así, no puedo agarrarme a tu silencio,sé que eres, que estás, que me reclamas, que te has metido en mí, como un huracán y lo revuelves todo. En ti soy solo una hoja caida del viento tuyo, caida en la humedad que te acompaña, aguardando tus pasos y tu aliento, siguiendo tu verso y tu mirada. Pero...¿Y tu voz?: Y si pasas y me llamas... y no reconozco tu voz, y sigues tu camino. ¡Ay!, amor; quedarme en tu silencio, un destino cruel que me amenaza.

- Quedarte descansando sobre el silencio repleto de palabras que compartimos.
Quedarte adormecido mientras meces mi sombra sobre tus manos.
Quedarte dibujando mis perfiles con tu dulce mirada.
Quedarte al borde de mis labios, amor, como un suspiro inacabado.

 Me quedaré dibujando tus perfiles con mis manos, escuchando como respiras.
¿Dónde estás?, amor, que te presiento, y no alcanza mi dicha a hacerte mía.
Te intuyo como a una ola que llega, y me acompaña y al instante se aleja y se retira...
¿Estás aquí, donde yo estoy?
¿Amando una soledad que ya no existe, cobijando mis ansias en un verso y escribiendo en ti y para mi?
¿En donde estás, amor, que te presiento, incluso mas allá de la poesía.


-- Estoy aquí, amor, en tu pensamiento mas dulce, paseando tus días en un suspiro inacabado.
Me apetece tu mirada que en ella mi soledad se ha hecho brisa, y la brisa se acaba con la tarde.

martes, 9 de abril de 2013

LO QUE CREO QUE CREO


REFLEXIONES DE UN TEÓLOGO QUE NO LLEGA A SER.


REFLEXIONES DE UN TEÓLOGO QUE NO LLEGA A SER.

Me anima a escribir estas líneas, estas reflexiones, o lo que en definitiva sea esto que escribo en mi soledad de hoy, mitigada  - e incluso matada - con el teclado del ordenador, una obra de Gonzalo Haya  que me llegó de la mano de Juan Alarcón; Juan Alarcón era un jesuita, capellán del Hospital de la Inmaculada de Granada, institución en  donde intentaba, hace unos meses, reponerme de una enfermedad  relativamente grave. Juan Alarcón escuchó mi confesión general, consoló mi espíritu y llevó hasta mi lecho al Jesús Eucarístico. Hace unos días  Juan Alarcón murió y dejó entre mis papeles, y en mi vida, la fotocopia de la obra “Lo que creo que creo” del citado  Gonzalo Haya, y, junto al libro, la  intranquilidad conceptual de aceptar o no aceptar la fe fragmentada característica de la vida moderna.  
Y no es que me cuestione  las estructuras formales de mi fe religiosa adquiridas en la infancia. Eso sería lo normal, lo que hace casi todo el mundo; uno cree en lo que cree y no otra cosa, y en todo caso no he conocido a nadie que  se plantee diseccionar con nitidez lo aceptado o lo rechazado de esa fe mamada con la teta. No es eso; eso: tragarse lo más y reservarse algo por si acaso, es lo normal, lo que la gente hace cuando recita – mas que reza -  el Credo.
El problema surge cuando alguien  hace nacer en tu interior la reflexión autocrítica del ¿dónde?, ¿ cómo? Y ¿ cuándo? estamos, vivimos o creemos. Cuando se atisba, en definitiva, el pasado y el mañana desde el altozano de la enfermedad o la cama del Hospital. Y en ese momento surge la reflexión.
Lo que intento decir es que, al menos en mi mente, no entra la aceptación parcial de la Fe. No vale decir por ejemplo “Creo en Jesús como hombre bueno, como enviado, como el Mesías descrito por Moisés, o incluso el davídico…” y no aceptar la resurrección de Jesús como hijo de Dios. Los “modernos” de hoy parece que se fabrican un credo ad  hoc de su pensamiento y así caminan. Yo no sé hacer eso, puede que de de momento, y puede también que mañana lo consiga. Mi solución no es llegar al Jesús histórico y hacerme un hueco en Él, pues mis fuentes son solo el Evangelio y ahí me quedo envuelto en críticas, doctrinas e interpretaciones oficiales. No; sin despreciar al Jesús histórico – como profesional de la historia que soy – intento coger otro camino, otra solución, otra vereda. ¿Cuál es?... este prius mío para iniciar el camino de la aceptación de la Fe. Pues no es otro que  la propia necesidad interior de la cercanía de Jesús el Misericordioso, valedor de mi dignidad interior como hijo del Padre. Solo así doy media respuesta al planteamiento de    Gonzalo Haya de “lo que creo que creo”. Este es también el camino de mitigar mi soledad, que solo se calma en Él.
 


domingo, 10 de marzo de 2013

¡Oh rencor!


¡Oh rencor!, bestia inmunda que inundas los cauces antaño polvorientos.
Necesitaban lluvia para cuajar la vida y los alcanzó solo el fango y la muerte.Rencor que me llega de lo que más amo.
Pero llegaste tú enlutado y sumiso a estrechar la mano de la gente, y te quedaste allí pegado a sus uñas como mugre amarillenta de tabaco.
Pus de padrastro que arrancaste sin dientes; infectado ya, irrecuperable,
dolorido, muladar  plagado de camiones verdes que vomitan tu sangre y vuelven a la muerte cada noche para llenar las entrañas de basura.

¡Oh rencor!, acumulado y vivo, que has de salir y sales y te clavas, y rajas y atormentas;
rencor entrecortado o caudaloso como la voz de un tartamudo que se entona y canta la más horrenda de las baladas de amor. Cartas de rencor, voz de rencor, recuerdo sin fisuras que intenté inutilmente borrar de la memoria.
 Muérete lentamente, me decía, mientras yo crezco y susurro por las calles al viandante, si no está muerto ya y no lo han enterrado para que palpe su propia podredumbre, su indignidad de ser, como lo eres tú, me dice cada noche.
Aun así, rencor, yo te conmino a que llegues y acabes de retarme, y vencerme si las matas; si matas la esperanza y la ilusión perdida. Pero sabe, desdeñable rencor, que no has de cambiar mi alma, ni mi abrazada soledad.   

jueves, 28 de febrero de 2013

Abraham, Aron, María y Pascua



Hace treinta años mandé cerrar la ventana y la tapiaron; quedó la madera y la reja y el cristal, pero el hueco se quedó sin luz y sin aire. Las paredes hablan, me dijo ella hace unos días; las paredes hablan y guardan un sentimiento dolorido. Bajo las innumerables capas de cal esconden un grito y una angustia. Falta luz, falta aire, algo debe salir.
Yo no me acordaba de haber cerrado la ventana y no supe contestar. Creo que solté : ¡anda ya!..., si hubiera un grito yo lo sabría, me lo habrían dicho: esta casa soy yo; como el cangrejo ermitaño que ocupó hace cincuenta años su caracola. Si hay un grito yo lo habría escuchado… pero no era así. Yo nada sabía, pero ella sí. Pilar si lo sabía.
Cuando al día siguiente soñó que allí había cuatro niños que estaban viendo algo, me acordé del cierre. En efecto: era el lugar exacto en el que yo mandé cerrar la ventana hace treinta años. Mandé sin demora demoler el tabique, limpiar la madera y pintar la reja; Como si se abriera un nicho del cementerio de los que ponen “a perpetuidad”. Pasó la luz y el aire y desde la cama, mi cama, apareció un cielo azul intenso y lejano. Quedé hipnotizado con aquel cielo, con aquel azul, con aquella eternidad. Pero…¿Qué miraban lo niños? ¿qué arcano tenia aquella visión.
Abraham, Aron, María, Pascua o algo parecido a Pascua; así se llaman los niños… y he visto una postal con su firma. ¡Cojones!, le dije: ¿y qué dice la postal?. No me han dejado leerla, creo que el mensaje es para ti. Pero… ¡qué coño ha visto los niños que han tardado treinta años en dar el grito!.
Hoy ya sé el mensaje, y el grito lo han dado no por un dolor pasado, lo han dado al ver mi dolor de hoy, mi soledad absoluta. Pilar lo ha escuchado porque ella es la única capaz entrever ese doler profundo que me ha inundado el alma. Otro día diré por qué.
Sé también la razón de los nombres: Abraham es la Fe, que conservo. Aron, la palabra…que aún me queda. María es mi madre e intercesora y Pascua… todavía no sé lo que es Pascua. Cuando lo sepa lo escribiré.
Consecuencia de todo esto: nadie creerá que es verdad, pero parte de mi dolor está ya junto al azul inmenso del recuadro pequeño de cielo que puedo contemplar desde esta cama en la que estoy pasando la enfermedad.



domingo, 10 de febrero de 2013

El dragón y el carnaval


Había un lago, cualquier lago, el mío no tenia nombre o al menos yo no lo recuerdo. Era profundo, verde, ondulado con la brisa, frio, desasosegado de vez en cuando, un tanto contaminado por los humanos, pero todavía incluso habitable. A mí me gustaba por dos cosas: primero porque como no conocía otro no podía comparar, y segundo porque sabia de memoria sus rincones, sus secretos, su profundo misterio.

Yo vivía allí desde hace…, bueno desde que recuerdo, porque un monstruo, un dragón o como queráis llamarme no se cambia nunca de lago. Es más, tú acabas llamándote como él, como tu casa, que así me sentía yo allí: en mi casa. No sales mucho fuera, fuera del agua quiero decir; la cabeza alguna vez en la vida, la cola – que asusta menos – de vez en cuando…preferentemente de noche, cuando no atisbas a nadie, cuando no llamas la atención, porque esa es uno de los mayores inconvenientes que tiene un monstruo: que en cuanto lo ven, llama la atención. Me lo dijo mi padre: hijo, intenta por todos los medios pasar desapercibido. Pues vaya consejo siendo monstruo; monstruo y de los que lanzan llamaradas por la boca cuando una mala digestión te deja el estomago con ardores. Ya ni eso, que con la vejez se van acabando los fuegos hasta del estomago. La última vez que lo intenté apenas salió un poco de humo y unas burbujitas tenues removieron el agua. Lo mejor de mi vida es mi conciencia rotunda de no haber hecho nunca mal a nadie, y lo peor el miedo que provoco sin saber por qué. Vamos,  yo no sé por qué, pero la gente viene, explora, bucea, toma fotos al lago, pone anuncios de peligro…¡para una vez que me descuidé y lograron verme!...
Escribo esto porque soy un dragón viejo y jubilado que apenas puede caminar con sosiego por el fondo del lago, y busca ya refugio en su memoria para subsistir. Malo, malo -me digo - cuando un dragón busca refugio en la memoria. Escribo también porque hoy me he llevado el susto de mi vida. Resulta que es carnaval y me he animado a ponerme un disfraz… ¿de qué me disfrazo? – de persona, pensé lógicamente – si un chico se disfraza de dragón, lo lógico era que yo me disfrazara de persona…y ya está: me he disfrazado de pastorcito, de maño bailando la jota, o de pasiego de donde sea. Estos disfraces tienen la ventaja de que como todos se parecen caes siempre bien al de tu zona, o al de otra según el que te vea. Con cuatro trapicos, una boina arreglada de un neumático que dejó algún desaprensivo en el agua, cuatro remates de algas y unos zapaticos antiguos me puse tan mono y salí a la orilla.

-                                      - Oiga, me dijo una señora regordeta que llevaba un taper con tortilla a sus presuntos nietos. Oiga, repitió: usted que ya es mayor…¿ha visto por casualidad alguna vez al monstruo?
-                                 -  ¡Señora! … eso son habladurías… disfraces, inventos para que venga el turismo.
-                                -   Pues es una pena; debían hacer algo: usted mismo – fíjese se le ha caído un trozo del pantalón y se le ve verdoso …podía dar el pego y ponerse un disfraz de dragón. Anímese, hombre, que es domingo de carnaval. Venga y llamo a los niños..
Y me quité el disfraz de lagarterano y me quede en el de dragón, y me hicieron fotos abrazando a las criaturas, y jugamos a la comba y lo pasé cojonudo.
Luego, mas tarde, cuando se fueron todos me di cuenta de la situación : yo no era de verdad un dragón; yo era una persona eternamente disfrazada de dragón. 
En esas avancé hasta el agua para sumergirme de nuevo, para zambullirme en mi casa, para seguir siendo yo, bueno no yo sino el papel de dragón que me ha dado la vida...me miré en el espejo que iluminaba la luna y pensé: ahora ciertamente, cuando lo sé todo, es cuando siento mi profundísima soledad.

sábado, 19 de enero de 2013

Soledad y Amor


Dice Pulo Coelho que sin la soledad, el Amor no permanece mucho tiempo a su lado. La soledad, continua, no es la ausencia de amor, sino su complemento.
Coincide este autor con alguna de las opiniones mías publicadas en este mismo blog en entradas anteriores. La soledad no es la ausencia de compañía, sino algo más; algo más profundo y complejo. Yo intuía la soledad, y así lo publiqué, como la ausencia de respuesta; recordad lo que decía del eco y la llamada…; Coelho no; para este pensador es un momento en el que nuestra alma tiene la libertad de conversar con nosotros y ayudarnos a decidir sobre nuestras vidas… por tanto – continua –benditos sean aquellos que no temen la soledad, porque el que nunca está solo ya no se conoce a sí mismo.
Sin entrar a desgranar el pensamiento del autor citado debo decir que no estoy de acuerdo en el planteamiento de considerar la soledad como un momento, un acontecer, un algo por lo tanto externo al sujeto. Pienso que el pensamiento socrático del conócete a ti mismo puede facilitarse en la soledad, pero no afecta al ser. El ser es un prius a la soledad sin que este afecte a su naturaleza.
Más acertado está Coelho en el pensamiento que encabeza esta entrada, en el que liga la soledad a la consecución o  a la permanencia del amor. Sí, esto lo veo más lógico aunque digamos "mal colocado", temporalmente, por el brasileño. El ser, el ser aristotélico, tal como lo concibe y lo expresa María Zambrano, alcanza su conciencia de tal al ser errante, al separarse del centro, al sentirse expulsado del Paraíso. Yo añadiría un algo más: el ser alcanza su conciencia histórica y su ansia de trascendencia cuando siente miedo, cuando se siente aislado de los demás, cuando es él quien debe dar respuesta reflexiva a las preguntas recién descubiertas… el infinito, la noche, la enfermedad…, la soledad.
Para evitar el miedo, el ser aristotélico intenta la unidad, la pertenencia al grupo, la respuesta asociada. Y ese intento de vuelta al centro, a la unión, a la conciencia colectiva la persigue a través del Amor. De las distintas clases de amor.  Así pues es la soledad el prius del Amor y no al revés. Alguien que alcance la soledad absoluta, si esta existe en realidad, intentará desesperadamente amar, y el amor sin soledad carecería también ad initio de sentido.
Así pues este es mi pensamiento de hoy: el ser, la soledad y el amor son conceptos e identidades diferentes, pero se ubican temporalmente en el ser en este orden y no en otro: Ser, soledad… amor.

miércoles, 2 de enero de 2013

Navidad y Soledad


Me seduce la máscara, la máscara con que se disfraza el ser. Frecuentemente somos  un perfil, una visión querida de un estar en cada instante en cada circunstancia. Ponemos la mejor de nuestras sonrisas o la inclinación de la cabeza para - según creemos - caer mejor. Me lo sugirió el cambio de año, las campanadas, las uvas, el champan. Y es que es una necesidad del sujeto el encubrirse, el aparecer y representar. ¿de donde viene nuestra necesidad de fabricarnos una máscara, o muchas, según el momento y las circunstancias. Ciertamente para recibir el uno de enero nos vestimos, nos acicalamos, peinamos la barba o nos ponemos una corbata roja…
Lo que intento decir es que cuando el sujeto se embebe de ese cambio…, cuando se ha vestido para despedir el año, cuando intenta que el nuevo, el año nuevo quiero decir, lo descubra a él, a su ser…  se perciba la dicha y solo intuya una realidad oculta en la realidad del ser. Cuando el sujeto se embebe en ese yo circunstancial deja de ser persona y alcanza, alcanzamos, el estadío de personaje. Yo este año no me comí las uvas en cada campanada ; creo que fue mi personaje, el perfil acompañado que intentaba amar y ser amado. Me estaba inventando a mi mismo…, creyéndome la máscara de felicidad que debía acompañar a la botella de champan, al crepitar de los anuncios de la televisión, o a mi imagen deliberadamente feliz reflejada en el espejo del salón.
Quizás lo trascendente de esta reflexión es el riesgo mortal de creernos la mascara coyuntural del festejo y que esta permanezca en el ser. Si es así nos embriagaremos de ambigüedad y de la superficialidad de un sujeto coyuntural – el de la fiesta - obligado a manifestarse. Porque si no expresa, si no refleja en el espejo su aceptación feliz del nuevo año, si no se manifiesta su perfil de dicha, simplemente: no es. Y lo que es peor: la mascara fuera de tiempo se sentirá sola, absolutamente sola y abandonada hasta de su yo.
Afortunadamente está concluyendo la Navidad.