¡Oh rencor!, bestia
inmunda que inundas los cauces antaño polvorientos.
Necesitaban lluvia para
cuajar la vida y los alcanzó solo el fango y la muerte.Rencor que me llega de lo que más amo.
Pero llegaste tú enlutado
y sumiso a estrechar la mano de la gente, y te quedaste allí pegado a sus uñas
como mugre amarillenta de tabaco.
Pus de padrastro que
arrancaste sin dientes; infectado ya, irrecuperable,
dolorido, muladar plagado de camiones verdes que vomitan tu sangre y vuelven a la muerte
cada noche para llenar las entrañas de basura.
¡Oh rencor!, acumulado y
vivo, que has de salir y sales y te clavas, y rajas y atormentas;
rencor entrecortado o
caudaloso como la voz de un tartamudo que se entona y canta la más horrenda de
las baladas de amor. Cartas de rencor, voz de rencor, recuerdo sin fisuras que intenté inutilmente borrar de la memoria.
Muérete lentamente, me decía, mientras yo crezco y susurro por las calles al viandante, si no está muerto ya y no lo han enterrado para que palpe su propia podredumbre, su indignidad de ser, como lo eres tú, me dice cada noche.
Muérete lentamente, me decía, mientras yo crezco y susurro por las calles al viandante, si no está muerto ya y no lo han enterrado para que palpe su propia podredumbre, su indignidad de ser, como lo eres tú, me dice cada noche.
Aun así, rencor, yo te
conmino a que llegues y acabes de retarme, y vencerme si las matas; si matas la
esperanza y la ilusión perdida. Pero sabe, desdeñable rencor, que no has de
cambiar mi alma, ni mi abrazada soledad.