Fíjense en la imagen sicopictografica
que ha llegado esta tarde a mi despacho. ¿No ha tarareado nunca una
cancioncilla y no se la pueden quietar de la cabeza?; pues eso: una
cancioncilla pero con imágenes.
Yo era el príncipe azul
de la Bella Durmiente. Me calzaron las mallas azulones, mi capa rosada, mi
gorro o barretina o lo que fuera primoroso con una pluma rosa, mi caballo
blanco, el bosque encantado, las florecillas por doquier y… hasta perdí la barriga
de ahora y cabalgaba gallardo sobre una
manta de terciopelo granate. Un primor vaya, un primor de película de Hollywood con musiquilla dulzona. Y avancé decidido por
el bosque; a izquierda y derecha estaban los animalitos todos expectantes, las
mariposas volando junto al caballo y las gotitas de rocío salpicándolo todo…
hasta que la vi.
Estaba allí la moza – yo no
sabía que era la Bella Durmiente - toda tumbadita en una especie de angarillas
con flores; placida, dormidita, primorosa, angelical, única, sencilla, cándida,
aguardando el beso del príncipe que era yo y que adivinó – yo adiviné quiero
decir – que tenía que besarla no se aún bien por qué, pero el guión de la
imagen era claro: yo tenía que bajarme
del corcel que relinchando se detuvo junto a la joven, avanzar de puntillas,
acercarme a aquellos labios rojísimos que me aguardaban desde la eternidad
y mua mua mua, besar a la durmiente.
Y lo hice; bajé del
caballo y noté el levísimo peso de mis pies sobre un manto de hojas que el
bosque había preparado para el momento: percibí el silencio que la naturaleza
toda cuidaba para arropar al beso; quizás solo se escuchaba algún que otro
ruiseñor despistado en la cumbre de los árboles y …la respiración pausada de la Bella en aquel
dulcísimo sueño que era gloria, y espera
y paraíso…
Y avancé unos pasos y me
detuve al lado de la Bella, y alargué el cuello muy despacio, y el silencio se
hizo total entre los rayos de sol que traspasaban el follaje. Solo una música suavísima,
interpretada por los mil duendes del bosque aquel empezó a sonar…
Eres tú…
El príncipe azul que yo soñé
…
- ¡¡¡¡
Fresco !!!!, ¡¡¡¡ sin vergüenza !!!!, ¡¡¡¡
cochino !!!. Eres como todos los hombres… ¿Quién te ha dado permiso para besarme? .
Canalla, miserable, ¡¡¡¡socorro!!!.
Y acudieron los enanos
todos y me majaron a palos. Pero lo grave del caso es que, como la cancioncilla
repetida, la imagen no se ha ido en horas..
Supongo que aquí, leyendo
Delirio y Destino de María Zambrano, en la absoluta soledad de la Almedina,
escuchando la lluvia que cae plácidamente podré desvelar el arcano
de la pesadilla del Príncipe Azul que
les acabo de contar. Dentro de unos minutos me iré a la cama… un poco aturdido.
Este silencio de la Almedina me está dejando, ciertamente, un tanto chungo.
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