miércoles, 22 de mayo de 2013
Mayo y las monjas de Santa Clara
Ya es mayo. Tengo una rosaleda primorosa: rosas rojas, blancas, amarillas; rosas casi violáceas y cómo no: rosas rosas. Paseando el jardín revivo la historia aquella de las monjas de Santa Clara camino de su celda al quemar el Mundo que os contaba en Navidad. Ahora las novicias no son las ascuas minúsculas que corren por los pasillos del convento; no, ahora es primavera y llevan el fuego dentro de sí: no hace falta quemar el Mundo para que ellas sean y estén, y palpiten sus muslos bajo el sayo. Ahora cada rosal es el convento recoleto donde se agolpan las novicias bajo los sépalos - la superiora - para enamorar al paseante. Pétalos delicados como sus vientres virginales; pétalos sedientos del rocío de cada amanecer; pétalos abiertos al polen que mece la brisa de la tarde...
Luego, mañana, ya marchitas, cumplido su rezo y su plegaria, salen del convento una a una, suavemente y caen en silencio más tapizando el suelo con su espíritu. Arriba, en el rosal aún, la superiora sépalo se agarra desesperada a su soledad vacía.
He llenado una cestita de pétalos blancos y la he puesto sobre la mesa del comedor... montón de cadáveres de novicias que elevan al aire todavía un aroma de soledad.
lunes, 20 de mayo de 2013
AMADA SOLEDAD
Hoy traigo aquí el dialogo que mantuvimos horas antes del encuentro. Un dialogo
sobre la soledad; su soledad y mi soledad. No puedo añadir ni una sola letra al
texto; lo desnaturalizaría, como el paisaje blanco de Granada tampoco puede
cambiarse: la nieve de la sierra, el perfil del Veleta, las torres de la
Alhambra, el espartal del Temple… Las cosas son como son y fueron como fueron,
nada más.
Luego,
cuando la muerte truncó la magia del encuentro supe que la esencia de aquel
amor perduraría hasta la eternidad y me quedé con ella en estas letras;
letras que ahora deben ser suyas en ti y por ti, hija mia. Leeselas despacito,
lentamente, sin cansar su recuerdo…, que no es recuerdo lo que aquí se dice,
sino presente esperanzado y cierto. Tan cierto como tú, Lucia; tan cierto como
tú. ¡Ea!, sin más: ahí va el dialogo ultimo de la dicha de entonces y la que
espero ahora, el dialogo de la amada soledad. Pongo en cursiva sus palabras y dejo las mias como están..., aunque parecen unas solas; aunque son unas solas, un pensamiento compartido, una unidad de ser.
- Te sentí, me estremeció tu frío aliento y tus
manos rozando mi cintura; adiviné tus intenciones cuando me susurraste
nostalgias, haciendo brotar ardientes tristezas de mis ojos. Llena de miedo, te
miré de frente y vi mi alma perdida en ti.
Entonces sucedió, me abracé a tu hielo, entoné
aquella canción que hablaba del azul vestido de la compañera inseparable de mi
infancia y al abrigo de las olas te hice mía; le conté a la arena que te amaba,
a las gaviotas puse de testigo... desde ese momento, y para siempre, te hice
mí, mi amada soledad.
- Mi soledad se ha estremecido por ser tuya, porque se ha mecido en tu brisa y en
tus sueños encalados por noches intuidas, y te invita, como a un niño que rompe
sus zapatos, a que vuelvas la espalda: Yo borráré, si quieres, su llamada; yo
volaré tras ella, si ella quiere; y amaré tu soledad si tú la amas.
-- Cómo podrías amar mi soledad si para eso
has de encontrala; mi soledad se esconde en el rincón mas pequeño de mi alma. Y si la encuentras, ¿cómo puedes amarla?, si
para eso, primero habrás de conocerla, acompañarla y protegerla.
No pretendas imposibles, porque entonces,
dejaría de ser soledad, dejaría de ser mía..
-
Tu soledad y la mía deben haberse conocido cien años atrás. Se intuyen, se
respetan y comparten la vida.
Sin
saberlo, han caminado juntas, cada cual a su alma, y se quedan allí, en el
rincón mas pequeño en que guardamos la memoria. Caminan juntas, cierto, pero
sin abandonar su condición de soledad.
Por
eso, a ti y a mí nos unen las palabras.
- ¿Dónde estás? ¿Quién eres?, que te cuelas en mi vida y
pretendes de un plumazo acunar mi soledad.
-
Solo soy yo, y estoy donde tú estás. Como tú estás en mí, siendo tan solo tú. Acunaré
tu soledad cuando tu quieras, cuando camine la noche por tu alma. Y tú
vendrás a mí cuando te llame, e inundarás de besos mi llamada. Como
un atardecer. Como
un susurro. Como
un canto de amor: Solo
la soledad nos hace libres, y solo nos acompaña si se aleja.
- Dices que solo eres tú, amor, y eres yo...
estás en mí, vives en mí haciendo de mi soledad nuestra morada. Dices que solo eres tú, amor, y eres la vida,
la razón, la inquietud. Estás en mí, en cada latido, en cada esquina de mi
alma. Dices que solo eres tú, amor, ¿Quieres ser
mas?.
-
Sí, quiero escuchar tu voz para soñarla.
- Mi voz es el silencio, mi voz es un sueño
de tu deseo. Yo misma solo soy tu sueño inmaculado.
-
No, no puede ser así, no puedo agarrarme a tu silencio,sé que eres, que estás,
que me reclamas, que te has metido en mí, como un huracán y lo revuelves todo. En ti soy solo una hoja caida del viento tuyo, caida en la humedad que te acompaña,
aguardando tus pasos y tu aliento, siguiendo tu verso y tu mirada. Pero...¿Y
tu voz?: Y si
pasas y me llamas... y no reconozco tu voz, y sigues tu camino. ¡Ay!,
amor; quedarme en tu silencio, un destino cruel que me amenaza.
-
Quedarte descansando sobre el silencio repleto de palabras que compartimos.
Quedarte
adormecido mientras meces mi sombra sobre tus manos.
Quedarte
dibujando mis perfiles con tu dulce mirada.
Quedarte
al borde de mis labios, amor, como un suspiro inacabado.
- Me quedaré dibujando tus perfiles con mis
manos, escuchando como respiras.
¿Dónde estás?, amor, que te presiento, y no
alcanza mi dicha a hacerte mía.
Te intuyo como a una ola que llega, y me
acompaña y al instante se aleja y se retira...
¿Estás aquí, donde yo estoy?
¿Amando una soledad que ya no existe,
cobijando mis ansias en un verso y escribiendo en ti y para mi?
¿En donde estás, amor, que te presiento,
incluso mas allá de la poesía.
--
Estoy aquí, amor, en tu pensamiento mas dulce, paseando tus días en un suspiro
inacabado.
Me apetece tu mirada que en ella mi soledad se ha hecho brisa, y la brisa se acaba con la tarde.
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