sábado, 19 de enero de 2013

Soledad y Amor


Dice Pulo Coelho que sin la soledad, el Amor no permanece mucho tiempo a su lado. La soledad, continua, no es la ausencia de amor, sino su complemento.
Coincide este autor con alguna de las opiniones mías publicadas en este mismo blog en entradas anteriores. La soledad no es la ausencia de compañía, sino algo más; algo más profundo y complejo. Yo intuía la soledad, y así lo publiqué, como la ausencia de respuesta; recordad lo que decía del eco y la llamada…; Coelho no; para este pensador es un momento en el que nuestra alma tiene la libertad de conversar con nosotros y ayudarnos a decidir sobre nuestras vidas… por tanto – continua –benditos sean aquellos que no temen la soledad, porque el que nunca está solo ya no se conoce a sí mismo.
Sin entrar a desgranar el pensamiento del autor citado debo decir que no estoy de acuerdo en el planteamiento de considerar la soledad como un momento, un acontecer, un algo por lo tanto externo al sujeto. Pienso que el pensamiento socrático del conócete a ti mismo puede facilitarse en la soledad, pero no afecta al ser. El ser es un prius a la soledad sin que este afecte a su naturaleza.
Más acertado está Coelho en el pensamiento que encabeza esta entrada, en el que liga la soledad a la consecución o  a la permanencia del amor. Sí, esto lo veo más lógico aunque digamos "mal colocado", temporalmente, por el brasileño. El ser, el ser aristotélico, tal como lo concibe y lo expresa María Zambrano, alcanza su conciencia de tal al ser errante, al separarse del centro, al sentirse expulsado del Paraíso. Yo añadiría un algo más: el ser alcanza su conciencia histórica y su ansia de trascendencia cuando siente miedo, cuando se siente aislado de los demás, cuando es él quien debe dar respuesta reflexiva a las preguntas recién descubiertas… el infinito, la noche, la enfermedad…, la soledad.
Para evitar el miedo, el ser aristotélico intenta la unidad, la pertenencia al grupo, la respuesta asociada. Y ese intento de vuelta al centro, a la unión, a la conciencia colectiva la persigue a través del Amor. De las distintas clases de amor.  Así pues es la soledad el prius del Amor y no al revés. Alguien que alcance la soledad absoluta, si esta existe en realidad, intentará desesperadamente amar, y el amor sin soledad carecería también ad initio de sentido.
Así pues este es mi pensamiento de hoy: el ser, la soledad y el amor son conceptos e identidades diferentes, pero se ubican temporalmente en el ser en este orden y no en otro: Ser, soledad… amor.

miércoles, 2 de enero de 2013

Navidad y Soledad


Me seduce la máscara, la máscara con que se disfraza el ser. Frecuentemente somos  un perfil, una visión querida de un estar en cada instante en cada circunstancia. Ponemos la mejor de nuestras sonrisas o la inclinación de la cabeza para - según creemos - caer mejor. Me lo sugirió el cambio de año, las campanadas, las uvas, el champan. Y es que es una necesidad del sujeto el encubrirse, el aparecer y representar. ¿de donde viene nuestra necesidad de fabricarnos una máscara, o muchas, según el momento y las circunstancias. Ciertamente para recibir el uno de enero nos vestimos, nos acicalamos, peinamos la barba o nos ponemos una corbata roja…
Lo que intento decir es que cuando el sujeto se embebe de ese cambio…, cuando se ha vestido para despedir el año, cuando intenta que el nuevo, el año nuevo quiero decir, lo descubra a él, a su ser…  se perciba la dicha y solo intuya una realidad oculta en la realidad del ser. Cuando el sujeto se embebe en ese yo circunstancial deja de ser persona y alcanza, alcanzamos, el estadío de personaje. Yo este año no me comí las uvas en cada campanada ; creo que fue mi personaje, el perfil acompañado que intentaba amar y ser amado. Me estaba inventando a mi mismo…, creyéndome la máscara de felicidad que debía acompañar a la botella de champan, al crepitar de los anuncios de la televisión, o a mi imagen deliberadamente feliz reflejada en el espejo del salón.
Quizás lo trascendente de esta reflexión es el riesgo mortal de creernos la mascara coyuntural del festejo y que esta permanezca en el ser. Si es así nos embriagaremos de ambigüedad y de la superficialidad de un sujeto coyuntural – el de la fiesta - obligado a manifestarse. Porque si no expresa, si no refleja en el espejo su aceptación feliz del nuevo año, si no se manifiesta su perfil de dicha, simplemente: no es. Y lo que es peor: la mascara fuera de tiempo se sentirá sola, absolutamente sola y abandonada hasta de su yo.
Afortunadamente está concluyendo la Navidad.