Me duele la Navidad. Me
duele la soledad y suscitar pena penita pena. Me duele el espíritu dulzón, y las lucecitas, y el mazapán, y el Corte Ingles cantando villancicos. Yo estoy bien,
con gripe pero bien. Esta noche al apagar
la chimenea he quemado una hoja del Mundo; no me crean trágico: he quemado una hoja del el Mundo que andaba
por aquí. Ahora vas a arder, le dije y… ardió; ardió de golpe, como si fuera
gasolina incendiaria; luego por las aristas de cada doblez han recorrido velozmente su camino lucecitas minúsculas animadas por el
aire . Ascuas insignificantes, me dije; como monjas, monjas, novicias…he pensado : palmatorias de
novicias de un convento del S.XVI. Cada una corriendo a su celda por los
pasillos tortuosos del convento, es decir: por los pliegues del papel. Al
llegar, se abre la puerta, entra la novicia y apaga la palmatoria para
desnudarse y que no la vea en cueros su angel de la guarda. ¡Pin!, y se apagó
la lucecita. La superiora es la luz más persistente, más intrincada en su
camino, mas observadora de las demás. Al apagarse la luz de la superiora se
acaba el cuento y mi lumbre…
No estoy mal, digo, anuciando
el festejo…están conmigo las monjitas del Convento de Santa Clara, como canta Carlos Cano en el Spotify… Feliz
Navidad, amigos míos. Que la ansiada paz del Misericordioso esté con todos
vosotros, como lo están conmigo las monjitas de Santa Clara…
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