viernes, 21 de septiembre de 2012

La soledad y tu silencio



La soledad habita en el silencio cuando se trata de la soledad absoluta; y  esta, la soledad absoluta, es la única que acepta conceptualmente María Zambrano. Para la filósofa, la soledad absoluta se constituye como meta prácticamente inalcanzable. Aunque eso sí: en sus ultimos estadíos la soledad abraza al silencio de tal forma, con tanta intensidad, que ambos - soledad y silencio - se funden en un todo indisoluble.
Lo que intento decir esta tarde es que si bien la soledad absoluta puede ser una quimera, o la vereda por la que camina el miedo, el silencio, no. El silencio es otra cosa. Personalmente  creo que el silencio es perceptible aquí y ahora como algo más próximo y mundano. ¿Pero que es el silencio?, ¿el silencio es la ausencia de ruido?...; no, no: no me refiero al silencio como fenómeno fisiológico que anula en el cerebro los impulsos que envia el oído. El silencio es mucho más; el silencio acontece sin ruido en la mayoría de las ocasiones; el silencio puede darse con el mayor de los estruendos y a veces, incluso, necesita del ruido, ruido esperado, para existir. El silencio no es el no oír, el silencio es no obtener respuesta, que no es lo mismo.

El silencio se parece más al eco que a cualquier otra cosa. El eco necesita un grito previo, una llamada anterior, y sobre todo existe porque se esperara respuesta. El eco necesita también una montaña, un horizonte lejano, una disposición previa a la llamada, un espíritu de presencia que acaricia al llamante. ¡Eco, ecoo, ecoooo!. Y esperas. Y algo misterioso sucede en la espera; se abre en unos segundos tan solo un palpitar esperanzado, una respuesta deseada. Cuando nadie te contesta, cuando la brisa apartó las ondas, cuando no hay respuesta, acontece la soledad. Has alcanzado el NO. Y cuando  percibes que has alcanzado el No, te inunda el alma una sensación lacerante dificil de expresar.  Algo así he intentado plasmar en el poema que va debajo. No sé si me han entendido mis lectores. Quizás solo lo entienda el que haya conocido la soledad.


Llegó el silencio al alma:

se hizo alma, esencia de alma, yugo;

silencio que ya es cárcel, y soga, y lejanía;

ausencia de esperanza amalgamada

a tus ojos y al recuerdo tuyo.

Silencio carcelero de nostalgias,

ahogando campanas perdidas y alejadas.

Ha llegado el silencio en el estío;

se ha aferrado a tu ausencia y a la tarde;

a noches sin murmullos y trigos sin espiga.

Ha llegado el silencio a cobijarse

en el último brote de esperanza.

 

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